Carta abierta a Nicolás Alvarado:

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Ciudad de México

Noviembre, 2016

 

Estimado Nicolás Alvarado:

 

Presente en tierras mexicanas en el momento de la muerte del cantante y compositor Juan Gabriel, en agosto del presente año, seguí el impacto que su artículo generó sobre dicho acontecimiento, bajo el seno del país de nacimiento de esta figura pública tan venerada.

 

Afectado por las consecuencias que siguieron tras la publicación de su columna, entre ellas la respuesta ante abrumadoras críticas, me gustaría retractarme en su nombre, ante los numerosos seguidores de Juan Gabriel y los que interpretaron sus palabras como una afrenta a los esfuerzos de mantenimiento de la convivencia basada en el homo sapiens políticamente correcto que muchos de nosotros juzgamos necesario para la perpetuación de una aparente paz fundamentada en la tolerancia, como un principio básico para el respeto y la diversidad.

 

Como extranjero y, por lo tanto de cierta forma inmune a las exigencias de la moral de su país, voy a realizar, reitero, en su lugar, el ritual social de la petición de perdón tan común en estas tierras – exigido cuando el orgullo y la identidad nacional se ven agredidos y se pone a prueba la identificación con los fenómenos culturales de gran magnitud como lo asociado a Juan Gabriel.

 

Independientemente de su posición ante mi iniciativa, la juzgo necesaria en el presente momento mundial en que chivos expiatorios son constituidos a partir de las tensiones en el tono del tejido colectivo. Por lo tanto, como la moral de la sociedad mexicana me parece, en gran medida, consecuencia de un tipo de catolicismo único que floreció en esta antigua colonia española, llevaré sus acciones y las reacciones suscitadas a partir de ella, al juicio del responsable divino de esa religión a la que pertenece la mayor parte de los habitantes de ese país, practicantes o no.

 

Yo, Gabriel Brito Nunes, brasileño y artista, amparado por el poder en instruido por los sacramentos de mi bautismo y de mi primera comunión en la Iglesia Católica, y por el poder poético de la institución del Arte, confesaré su pecado y llevaré a cabo la penitencia en su favor. Acudiré al Templo de la Guadalupe, donde cantó Juan Gabriel en honor de la Virgen televisado en todo México, confesaré la ofensa que sintieron muchos mexicanos con respecto a su acto y, además de cumplir la penitencia que me será asignada por el cura, cantaré con usted en mente la canción Inocente Pobre Amigo de Juan Gabriel en un karaoke.

 

Espero que esta carta te encuentre de buen ánimo y en buen estado de salud.

 

Un abrazo.

 

Gabriel Brito Nunes